Una lámpara me da una luz exigua, un lápiz sobre el papel derrocha, cientos de frases de interpretación ambigua. Es mi pieza desalineada y fría, llena de llantos y recuerdos, y en los viejos muebles, objetos de rara geometría. Dice la vaga mirada que recorre el panorama, que nada hay anodino y todo lastima, sin lugar a lo apócrifo, sólo a la vida de derivación oscura. Frases y más frases se pierden, el aire las destila, un murmullo de tribulaciones se oyen en la almohada, son los sueños que a viva voz, excecra. Se acabó la música, comienza el sueño su juego, ya no existen influencias animadas, se empieza a convertir mi vida en ruego. La soledad unida a mis paredes, parece jugar un ajedrez con alfiles infinitos y diagonales perennes. Ya no pertenezco de Almendra a sus canciones, ni un pedazo de Palermo tengo, sólo recuerdos, sombras y silencios a montones. Dejé a propósito mi ventana abierta, quizás me lleve la noche de mi pieza en sombras, y en algún lugar la esperanza, me abrirá la puerta
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